En mayo de 1808 existían en España dos poderes, uno representado por la junta de gobierno dejada por Fernando VII y le otro por el nuevo orden político napoleónico basado en el estatuto de Bayona y el cambio dinástico encarnado en José I.
Sin embargo se creó un vacío de poder que se llenó gracias a la iniciativa popular, nacían así las juntas, expresión peculiar de la soberanía popular (se pasa del sistema absolutista, Dios- Rey- Pueblo, al sistema Dios- Pueblo- Rey). En junio de 1808 eran ya numerosas y en julio se creó la junta central. El poder se traslada así de las instituciones tradicionales a las nuevas, pero el acceso de miembros calificados del antiguo régimen, al control de las juntas, fue vaciándolas progresivamente del espíritu primitivo.
La junta central presidida por Floridablanca redujo su labor a una simple gestión nada revolucionaria. En enero de 1810 se disolvió, y el poder pasó a una regencia que precedió a la convocatoria a Cortes (esto da importancia a esta institución, que consigue hacerse protagonista de la evolución política, elaborando la primera constitución moderna, redactada en Cádiz).
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